Karol Lucero, ex participante de Yingo popularmente conocido en sus años televisivos como «Karol Dance», vuelve a ser tendencia, pero las razones siguen siendo negativas.
Luego de estar en el ojo del huracán tras su confesión de infidelidad con la DJ Isi Glock, desató una tormenta mediática. Esta situación no solo afecta su matrimonio, sino también su ya dañada reputación digital.
Un estudio de la consultora Simbiu analizó cómo reaccionaron las redes sociales al último escándalo de Lucero. El resultado fue contundente: más de 256.000 interacciones, con un 90% de comentarios negativos. El día en que se viralizó la noticia, las menciones al comunicador aumentaron un 719% marcadas por rechazo, burlas e ironía.
Pero la situación va más allá del episodio actual. Según el análisis, cada nueva polémica revive las antiguas. Su cuestionada salida de la radio en 2018, las bromas en su contra durante el estallido social, la mención en el Festival de Viña por parte de Chiqui Aguayo. También las críticas a su empresa Like Media y hasta sus declaraciones sobre “renunciar a la paternidad” en junio pasado. Todo esto refuerza la idea de que en internet nada se olvida. La historia pública de una persona se acumula y resurge con cada crisis.
Según Leonardo Hernández, gerente de análisis en Simbiu, este es el «típico caso de crisis reputacional» en el que una declaración o acción detona un rechazo. Esta situación desgasta la marca personal del personaje público.
En una era digital: los emojis se tiñen de rechazo hacia Karol Lucero
Otro dato llamativo del estudio tiene que ver con las emociones expresadas por los usuarios. El 82% de los mensajes se tradujo en enojo, burla o vergüenza ajena. Incluso, los emojis más usados reflejan esas sensaciones. La cara riéndose, el corazón roto y los íconos de furia fueron los protagonistas.
Para los analistas, lo que vive Lucero es un ejemplo claro de cómo una figura pública puede ver su marca personal desgastada. La suma de escándalos, donde la ironía y el humor en redes sociales funcionan como un castigo social, es difícil de revertir.
«no son expresiones neutrales: funcionan como catalizadores de rechazo, ridiculizando al personaje y reforzando su deterioro simbólico en redes sociales, configurando un escenario muy difícil de revertir para su imagen pública», cierra Hernández.
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